La tecnología es maravillosa, nos está dando acceso a cosas impensadas hasta hace unos pocos años atrás. En el campo del aprendizaje, el impacto hasta ahora es bastante grande, pero creo que el potencial todavía está por llegar. Las tecnologías de Realidad Ampliada, llamadas XR por su sigla en inglés, están recién comenzando a aplicarse a los procesos de aprendizaje, y sus posibilidades parecen casi ilimitadas. Por ejemplo, podría entrenar a los jugadores de futbol en cómo hacer mejores pases mediante una pelota de futbol de verdad, pero que contiene un microprocesador que lo hace verse en un lente XR. O sea, el jugador “chutea” la pelota de verdad, pero ve en sus lentes de realidad aumentada la trayectoria de la pelota, pudiendo practicar todo lo necesario hasta que consiga el efecto buscado.
La nueva tecnología, sin embargo, muchas veces la vemos asociada a viejos hábitos. Por ejemplo, cuando suena un celular durante casi un minuto en la misa, muchas personas culpan al celular, cuando el pobre aparato lo único que hizo fue funcionar como le dijo su dueño. Es que los cambios en la tecnología son mucho más rápidos que los cambios que somos capaces de hacer en nuestra forma de pensar y sentir acerca de las cosas. Habitualmente vamos atrasados, y frecuentemente usamos las nuevas tecnologías con los viejos hábitos.
Uno de los impactos conceptuales más importantes de la tecnología aplicada al aprendizaje es que se derribaron las barreras de la sincronía, la distancia y el idioma. La sincronía se refiere a que el profesor y sus alumnos tenían que estar presentes a la misma hora para que se diera la interacción, cosa que hoy ya no es necesaria. Gracias a los sistemas en línea, un profesor puede enviarle un mensaje a su alumno a las 23:00PM y el alumno lo ve a las 8:00AM del día siguiente, y le responde durante la tarde y así sucesivamente. Las conversaciones dejaron de tener esa restricción cuando partió el uso masivo del correo electrónico, y se hizo mucho más evidente cuando surgieron los distintos tipos de chat y redes sociales. El desafío es que el profesor ahora puede tener varias clases a la vez, con muchos alumnos cada una, en diferentes lugares físicos y eso requiere de una buena organización de su tiempo y mucha disciplina.
La barrera de la distancia también cayó. El mismo curso o entrenamiento lo pueden estar realizando personas en distintas localidades o países, sin ninguna restricción. La tecnología permite conectar los lugares más remotos en la misma sala “virtual”, haciendo posible la interacción de personas que, de otro modo, tal vez ni siquiera llegarían a conocerse. Con la variedad de equipos tecnológicos disponibles, cada vez más poderosos y económicos, hoy es perfectamente posible que se entrene simultáneamente a personas que están a más de 4.000 kilómetros de distancia, con costos muy moderados y con una eficiencia envidiable.
Por ejemplo, se puede utilizar Skype para las sesiones simultáneas con el facilitador, que los alumnos vean videos en Youtube para ciertas materias que contengan partes prácticas, como desarmar piezas de un motor; los archivos pdf pueden resumir los contenidos; los chat a través del mismo Skype pueden permitirles a los alumnos compartir sus experiencias con los ejercicios a medida que los van haciendo, incluso enviando fotos y videos de sus actividades; el profesor puede preguntar mientras tanto por las actividades que están realizando; y finalmente pueden utilizar una encuesta de SurveyMonkey para hacer una evaluación de contenido y YouTube para una evaluación práctica. El uso de todas estas aplicaciones es gratis, están disponibles para todo el mundo y tienen una capacidad suficiente para sostener la información necesaria.
El rol del profesor cambia con este escenario. Ahora el diseño de las actividades no presenciales es distinto a las que implicaban al profesor directamente, por lo que sus habilidades de diseño instruccional se hacen mucho más importantes. Por ejemplo, cuando el profesor entrega un breve caso para el análisis en una sala de clase, es posible que le baste su buen criterio y algunas reflexiones anteriores a la clase para poder responder a las preguntas que se le puedan ocurrir a los alumnos mientras se hace el ejercicio. En cambio, al entregar un caso para el análisis en una plataforma de eLearning, el profesor tiene que tener desarrolladas las alternativas o posibles soluciones al caso, especificando los criterios que va a utilizar para evaluar el análisis de parte de los alumnos. En términos generales, el diseño instruccional toma más tiempo y requiere de más precisión.
También para el alumno esta realidad le plantea varios desafíos. En primer lugar, las metodologías de aprendizaje a distancia requieren de más disciplina. Como no está el profesor mirando lo que hace el alumno, podría pasar el tiempo de estudio y nadie lo controlará. O podría copiar las respuestas de su compañero de trabajo y nadie le dirá nada. O sea, requiere de mucho más autocontrol que antes.
Al mismo tiempo, el alumno requiere hacer más cosas, no sólo leer o contestar preguntas. La tecnología permite mucha más interacción, por ejemplo, cuando participan en un foro. Todo esto requiere de más habilidad para comprender lo que leen, redactar documentos y hacer resumen de los aspectos relevantes. Como eso es más difícil, aumenta las probabilidades de deserción de los alumnos ante la mayor dificultad. De hecho, uno de los principales problemas del aprendizaje a distancia es cómo mantener la motivación de los alumnos y evitar que se descuelguen del curso. Salir de una sala de clase implica levantarse delante de los demás, con el riesgo de que le pregunten a dónde va. Para evitar la vergüenza o el temor a ser castigados, aunque sea un comportamiento infantil, los alumnos terminan quedándose en clases. Pero en el eLearning simplemente el alumno se desconecta y no tiene que darle explicaciones a nadie.
Este tipo de interacción también impacta en la forma en la que se relaciona el profesor con el alumno. La tecnología le puede ayudar a establecer una relación más de facilitador del aprendizaje que de experto que dice exactamente lo que el alumno debe aprender. Por ejemplo, mediante investigaciones en línea, foros o discusiones entre los propios alumnos, el profesor puede darles retroalimentación, entregarles preguntas orientadoras, definirles nuevas tareas o mantener conversaciones que estimulen el aprendizaje, incluso adecuando el nivel de exigencias a cada persona según sus propias capacidades.
El futuro es promisorio y desafiante a la vez, los invito a que tomen la iniciativa y aprovechen las enormes posibilidades que nos ofrece la tecnología aplicada al aprendizaje.
Eduardo Saleh Sabat
Psicólogo Organizacional
Junio 2019
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